Margarita López Maya
Mayo 2010
En los países de América Latina la polarización política ha sido un fenómeno que ha aparecido en diferentes momentos y con distintos grados de intensidad. Fue notorio, por ejemplo, durante y después del gobierno de la Unidad Popular en el Chile, y en El Salvador y Nicaragua durante los años de la guerra, perdurando hasta hoy. Una vez que se instala en una sociedad no es de fácil erradicación, produciendo problemas en la convivencia social y por tanto obstaculizando las posibilidades del desarrollo de estas naciones. La polarización es también un generador de problemas en las relaciones internacionales. Actualmente crea significativas tensiones entre países andinos con gobiernos de orientación liberal (Colombia y Perú) y aquéllos inclinados a la centralidad del Estado (Venezuela, Bolivia y Ecuador). Estas tensiones trascienden la región y condicionan en ciertos casos las relaciones con otros países del mundo.
Pese a su recurrencia e impactos, la polarización política sigue siendo un fenómeno poco comprendido y son escasos los estudios sistemáticos que exploran sus causas, características y consecuencias. En los inicios del siglo XXI, la polarización política se ha hecho presente con bastante intensidad en la mayoría de los países andinos, lo que levanta interrogantes no sólo sobre sus causas sino sobre la existencia de rasgos comunes o algún patrón que pudieran compartir los actuales procesos sociopolíticos de estas naciones.
A continuación exploramos ideas en torno a la polarización política en los países andinos haciendo especial referencia al caso que más conozco que es el venezolano. Esta polarización surgió con nitidez durante la campaña presidencial de 1998, impulsada por el discurso dicotómico del candidato y hoy Presidente de la República, Hugo Chávez Frías. Desde entonces se ha instalado en la dinámica sociopolítica de manera contundente, con significativas consecuencias sobre la convivencia en paz de los venezolanos y la calidad de su democracia.
1. Conceptualización y algunas características de la polarización política en el área andina
El concepto de polarización ha sido usado para muy disímiles propósitos en la teoría y práctica social. La polarización política (en adelante PP) sería un tipo de polarización, que según G. Sartori (1985) se refiere a sistemas de partidos, donde las fuerzas giran en torno a dos polos frecuentemente definidos en términos ideológicos. Este autor habla también de una variante radical en la PP, cuando la distancia entre los polos es extrema y constituye una magnitud cualitativa distinta a la PP más convencional, que es natural sobre todo en coyunturas electorales y en el debate de algunos asuntos públicos. Estas conceptualizaciones de Sartori son útiles para nuestro análisis, aunque tienen limitaciones para dar cuenta en toda su complejidad del fenómeno de la PP tal y como se ha venido revelando en los países andinos y en Venezuela. Entre otros aspectos, porque es necesario considerar que los sistemas de partidos no son hoy centrales en algunas de estas sociedades, manifestándose la PP de muy distintas maneras y no sólo ni principalmente en el sistema de partidos. Para que la noción de PP “abarque o interrogue las dinámicas de nuestras sociedades en conjunto” (Ames, 2009), es necesario que asentemos varias dimensiones de la polarización social, que afectan y subyacen a la expresión política de ésta.
En su dimensión social, la polarización se ha venido evidenciando en países andinos, cuando la postura de un grupo supone la referencia negativa a la posición del otro grupo, percibido como enemigo (Lozada, 2002 y 2008). Se trata de una compleja dinámica donde el acercamiento a uno de los polos, implica tanto el alejamiento como un rechazo activo del otro. Según Lozada (id.) habría siete elementos que caracterizan psicológicamente el proceso de polarización social que ha estado presente en la actualidad en algunos países andinos, y particularmente en Venezuela:
1. Se produce un estrechamiento del campo perceptivo por una visión estereotipada del “nosotros-ellos”.
2. Lleva consigo una importante carga emocional. Se aceptan a las personas del propio grupo y se rechazan a las del contrario sin matices.
3. Se produce un involucramiento personal donde cualquier asunto afecta directamente a la persona.
4. Se pierde el sentido común por posiciones rígidas e intolerantes que sustituyen el diálogo, el debate de posiciones diversas.
5. Se va llevando al entorno, a las familias y a las instituciones como las escuelas o las iglesias a colocarse en alguno de los dos polos.
6. Se produce cohesión y solidaridad fuerte en el interior de cada polo y conflicto latente o manifiesto entre grupos opuestos.
7. Personas, grupos e instituciones sostienen las mismas actitudes de exclusión, rigidez o enfrentamiento presentes en la lucha política.
La dimensión social y psicosocial interactúan con la PP, que se definiría principalmente como una estrategia interactiva, desarrollada por actores políticos que aprovechan las polarizaciones existentes en la sociedad para recoger dividendos favorables a sus proyectos e intereses políticos. En casos extremos esos actores pueden llegar a inducirlas y potenciarlas. La PP crea, a través de los discursos y las prácticas de los actores polarizados, posiciones políticas altamente diferenciadas y/o antagónicas entre sí, en un empeño de estos actores por cohesionar a sus bases y fortalecerse frente al otro. Una PP radical -como ha sido practicada por actores de la política venezolana en algunos años- tiende al objetivo de una victoria total y excluyente del adversario, rompiendo con el juego de la democracia.
2. PP y desigualdad
Toda PP se asienta sobre desigualdades sociales a las que visibiliza y utiliza con fines políticos. En los países andinos en la actualidad podemos encontrar tres tipos de desigualdades que están alimentando la política de la polarización:
Desigualdades territoriales. En Bolivia la PP entre los departamentos de la media luna –de población mestiza, ricas en recursos naturales y producción agrícola- y las del altiplano –de densa población indígena, pobre y rezagadas económicamente- son una base importante de las identidades y de la dinámica que caracteriza la lucha política de ese país. En Ecuador, el desarrollo desigual de la Costa y la Sierra también proporciona bases territoriales que alimentan la PP. En Venezuela, en contraste, esta dinámica de regiones que se enfrentan polarizadamente no es significativa. Sin embargo sí se evidencia una dinámica polarizada entre el campo y la ciudad. Además y sobre todo existe una manifiesta polarización en las ciudades, basada en una segregación espacial por nivel de ingresos y acceso a servicios urbanos básicos. Durante los años de más dura PP, entre 2002-2005, cuando los actores políticos enfrentados polarizadamente tomaron caminos de violencia –entre otros sucesos con el golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el paro de la industria petrolera ese diciembre- se dieron muchas manifestaciones de una territorialización polarizada de la ciudad de Caracas, produciéndose la apropiación privada de los espacios públicos por parte de actores de uno u otro polo. La plaza Altamira en el este de la ciudad –donde están los municipios residenciales de las capas medias y altas- por ejemplo, fue tomada por un grupo de militares activos en octubre de 2002, que se declararon en desobediencia civil al Gobierno y demarcaron a la plaza como un territorio liberado durante meses. En respuesta, la plaza Bolívar en el centro de Caracas –cerca del palacio presidencial de Miraflores y en un municipio mayoritariamente popular- se constituyó en el territorio chavista por antonomasia, donde los simpatizantes del Presidente permanecían en vigilia y desarrollaban toda suerte de actividades proselitistas. En ambas plazas la violencia estalló en más de una oportunidad con saldos de muertes.
Las desigualdades socioculturales han sido otro poderoso motivador de la PP. Las naciones latinoamericanas vienen de un proceso socio histórico marcado por el colonialismo y sus secuelas. Sociedades como la mayoría de las andinas, que venían de un pasado constituido por reinos e imperios indígenas de densa población, a partir de la conquista española se reconstruyeron sobre bases racistas y con una jerarquización social de naturaleza estamental. Sociedades como la boliviana, ecuatoriana y peruana, por señalar las de mayor población indígena, no han logrado en dos siglos un proceso respetuoso e incluyente de sus mayorías culturalmente no occidentales. De allí que apoyada en estas diferencias, la PP instigada por actores políticos pasa por acentuar la desigualdad sociocultural como elemento cohesionador de sus bases para necesarias transformaciones de la sociedad y del Estado.
Pero la más poderosa -y que es transversal a todas las otras desigualdades que alimentan la PP en los países andinos- es la que viene dada por la dicotomía pobres-ricos, una consecuencia social de modelos de desarrollo y de formas de hegemonía política que hasta la fecha se han visto incapaces de superar exclusiones sociales y políticas, proporcionando niveles de ingresos y calidad de vida satisfactorios solamente para unas minorías privilegiadas. La crisis del modelo de sustitución de importaciones en los países donde lo hubo con cierto nivel de desarrollo en la segunda mitad del siglo XX, y las soluciones neoliberales dadas a esa crisis en los años ochenta y noventa, profundizaron la desigualdad entre pobres y ricos, la concentración injusta del ingreso, la ghettización en las urbes entre los espacios articulados a la economía global y los desechados por ésta, rompiendo lazos de identidad y solidaridad social, que serían un nutritivo caldo de cultivo para la PP que estamos sufriendo.
3. Causas y expresión electoral de la polarización política en Venezuela
En Venezuela, la PP se alimentó de un conjunto de procesos que se fueron incubando en los años ochenta y noventa, que tuvieron en la crisis del modelo de desarrollo y la incapacidad de superarla por parte de los actores políticos su escenario más amplio. Fue esta crisis, que en su dimensión económica se hizo visible desde 1983 con la devaluación del bolívar y el establecimiento de un control cambiario, la que al no solucionarse por casi veinte años, fue minando las expectativas de inclusión y ascenso social ofrecidas por la democracia que lideraron los partidos políticos a la caída de la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez en 1958. La prolongada crisis económica profundizó la descomposición de la estructura social, disminuyendo el empleo formal, aumentando la informalidad, el desempleo permanente, la pobreza y la miseria, desdibujando las identidades y vínculos sociopolíticos. En los noventa, el discurso nacional populista de la modernización venezolana, bajo la influencia de los procesos de la globalización mundial fue trastocado por el neoliberal. Según Coronil y Skurski (1991), con la apropiación por parte de las élites políticas del discurso neoliberal, el objetivo de alcanzar una economía saludable se antepuso a la meta primaria de construir un pueblo desarrollado. La relación civilizatoria que matrimoniaba al Estado con el pueblo ya no aparecía como lazo vinculante o necesario para el progreso de la nación. Se quebró el discurso de unión y armonía entre el pueblo y sus líderes. A partir de la masacre de El Amparo en 1988 y sobre todo del Caracazo de 1989, con la brutal represión ejercida por el gobierno en ambos eventos, ese quiebre se expresó en un rechazo al sistema de partidos.
La ruptura entre el Estado y los pobres fue socavando las bases del orden político venezolano, creando vacíos significativos de mediación entre Estado y sociedad. Fue en el marco de este contexto que las condiciones para la irrupción del discurso dicotómico oligarquías versus pueblo, típico del populismo, estuvieron dadas. La emergencia en 1992 de un líder carismático, Hugo Chávez, cubrió la pieza clave faltante. En 1998, cabalgando sobre esta crisis y dotándose de un agresivo discurso polarizador que satanizaba las elites y mitificaba al pueblo, se alzó con una importante victoria electoral. El mapa político del país reflejaría la polarización por desigualdad del nivel de ingresos, un fenómeno que se ha mantenido tercamente hasta hoy.
CUADRO N° 1
Resultados electorales en municipios de Caracas que muestran PP
Por condición socioeconómica. Elecciones 1998 y 2000
Elecciones 1998 | Chávez | Otros | ||
Votos | % | Votos | % | |
Total Nacional | 3.673.685 | 56,2 | 2.863.121 | 43,8 |
Baruta | 34.995 | 29,0 | 85.511 | 71,0 |
Chacao | 12.597 | 30,0 | 29.379 | 70,0 |
El Hatillo | 5.372 | 23,7 | 17.323 | 76,3 |
Sucre | | | | |
Libertador | | | | |
| ||||
Elecciones 2000 | Votos | % | Votos | % |
Nacional | 3.757.773 | 59,8 | 2.530.805 | 40,2 |
Baruta | 23.827 | 22,0 | 84.686 | 78,0 |
Chacao | 9.651 | 24,5 | 29.803 | 74,5 |
El Hatillo | 3.981 | 18,4 | 17.716 | 81,6 |
Sucre | | | | |
Libertador | 387.360 | 61,38 | 243.719 | 38,62 |
Fuente: López Maya y Lander (2000) y CNE (2000)
La Zona Metropolitana de Caracas (ZMC) como se observa en el Cuadro supra, está constituida por cinco municipios. En los municipios de Baruta, Chacao y El Hatillo viven predominantemente sectores sociales de capas medias y altas. Los votantes de estos municipios constituyen aproximadamente un sexto de la totalidad de la ZMC y vemos que a contracorriente de la tendencia nacional –donde el presidente Chávez triunfó en 1998 con el 56,2% y en 2000 con el 59,8% de los votos- allí no alcanzó ni el 25% de los votos. Otro de los cinco municipios, Sucre, constituye otro sexto, y el municipio de Libertador, las restantes cuatro sextas partes de los votantes. Estos dos últimos municipios son más socioeconómicamente heterogéneos que los tres primeros. Pero hay que destacar que en el municipio Libertador, el más grande de los cinco, con cerca de un millón de votantes, hay predominio notorio de sectores populares. Allí el Presidente obtuvo, en 2000, el 61,38% de los votos, un porcentaje superior al nacional. Con variantes, este fenómeno de segregación socio-espacial se repite en otras ciudades de Venezuela.
El Cuadro N° 2 muestra a partir del referendo revocatorio de 2004 y hasta 2009 el mismo mapa electoral polarizado.
CUADRO N° 2
Ejemplos de PP electoral
(% de votos para Chávez en el RR de 2004, Elecciones 2006 y REC 2009)
| EL NO EN REFERENDO 2004 | ELECCIONES 2006 VOTO POR CHÁVEZ | El SI EN ENMIENDA CONSTITUCIONAL 2009 |
NACIONAL | 59,1 | 62,9 | 54,9 |
Zona Metropolitana Caracas | 48,7 | 54,8 | 45,2 |
Municipio Libertador | 56,0 | 62,6 | 52,0 |
Parroquia Antímano | 76,7 | 81,9 | 72,3 |
Parroquia San Pedro | 28,0 | 32,3 | 25,4 |
Municipio Baruta | 20,6 | 24,2 | 18,6 |
Parroquia El Cafetal | 9,3 | 10,9 | 8,1 |
Municipio Chacao | 20,0 | 23,3 | 17,4 |
Municipio El Hatillo | 17,9 | 20,3 | 16,9 |
Centro Club La Lagunita | 5,7 | 7,8 | 4,5 |
Municipio Sucre | 47,1 | 53,1 | 43,8 |
Parroquia La Dolorita | 73,1 | 78,4 | 68,5 |
Parroquia Leoncio Martínez | 21,8 | 26,4 | 20,1 |
Estado Zulia | 53,1 | 51,4 | 47,3 |
Municipio Maracaibo (Maracaibo) | 47,9 | 46,9 | 40,6 |
Parroquia Idelfonso Vásquez | 67,4 | 57,8 | 53,2 |
Parroquia Olegario Villalobos | 26,3 | 26,9 | 21,9 |
Estado Carabobo | 56,8 | 61,7 | 52,4 |
Municipio Valencia (Valencia) | 47,6 | 52,4 | 45,08 |
Parroquia Sta. Rosa | 62,0 | 65,5 | 55,7 |
Parroquia San José | 14,1 | 17,6 | 13,2 |
Estado Lara | 64,8 | 66,5 | 55,5 |
Municipio Irribarren (Barquisimeto) | 60,9 | 64,8 | 51,4 |
Parroquia Unión | 72,5 | 74,7 | 61,5 |
Parroquia Sta. Rosa | 40,5 | 45,4 | 34,9 |
FUENTE: http://www.cne.gov.ve/ bajado el 19 y 25-08-09
El cuadro muestra una selección ilustrativa del comportamiento de electores de distintas ciudades y diferentes niveles de ingreso. En Caracas se ve cómo los tres municipios pequeños, pero de mayores niveles de ingreso –Baruta, Chacao y El Hatillo– siguen votando sostenidamente en contra de Chávez, mientras que los municipios grandes –Libertador y Sucre– por congregar la mayoría de los barrios populares de la ciudad, consistentemente favorecen a Chávez con su voto. Dentro de los distintos municipios caraqueños se tomaron parroquias con distintas composiciones sociales, mostrándose con nitidez la tendencia mencionada. Por ejemplo, la parroquia Antímano del municipio Libertador es una de las más pobres de la ciudad y vota sólidamente por Chávez. En contraste, la de San Pedro, mayoritariamente de clases medias, se pronuncia electoralmente por la oposición. Un ejemplo extremo es del centro electoral Club La Lagunita, sector residencial de sectores altos, donde la oposición captura más del 90% de los votos.
El cuadro también presenta los datos correspondientes a tres estados del país que son asientos de tres de las ciudades más importantes y pobladas. Allí se aprecia que la votación a favor de Chávez en todo el estado es superior porcentualmente a la obtenida en la capital del estado. En zonas rurales y más rezagadas Chávez tiene mayor pegada electoral. También para cada una de las ciudades se comparan los resultados electorales de la parroquia más rica con los de la más pobre. Consistentemente Chávez pierde en las ricas y gana en las pobres.
4. Las etapas de la polarización en Venezuela
Pueden distinguirse en Venezuela tres etapas de la PP diferenciadas. Una primera que estaría ubicada en los años ochenta y noventa del siglo pasado, que sería de gestación de las condiciones que favorecieron la aparición de la PP en la campaña presidencial de 1998 y su posterior desarrollo. Sobre esta etapa ya nos hemos referido arriba, destacando la sostenida pauperización de las mayorías populares por la crisis económica, la frustración de sus aspiraciones de inclusión y ciudadanía, su indignación ante la forma de proceder del Estado en la masacre de El Amparo y la rebelión del Caracazo y el cambio de discurso de las elites hacia una lógica neoliberal.
Consideramos, que a partir de 1998 se abre una segunda etapa, donde la polarización social encuentra expresión política con la emergencia del fenómeno bolivariano. El discurso del candidato y luego presidente Chávez enfatiza la existencia en la sociedad de dos toletes irreconciliables: el pueblo y las oligarquías caracterizadas como corruptas, vendepatrias y escuálidas. Los polos políticos se perciben como adversarios ideológicamente diferenciados con proyectos políticos que se presentan como antagónicos.
La PP en esta etapa, que abarca el primer período del presidente Chávez (1999-2007), llegó a tener un lapso radical, cuando la política polarizada fue llevada a los extremos de la violencia y la insurrección. Las fuerzas de la oposición entre 2002 y 2004 –representadas por organizaciones empresariales, ejecutivos de Petróleos de Venezuela, dueños de medios privados de comunicación, jerarquía de la iglesia católica, dirigentes sindicales afines a los partidos otrora hegemónicos, organizaciones sociales de capas medias, partidos de oposición, entre otros- desarrollaron acciones que buscaban la caída del gobierno de Chávez, por vías distintas a las constitucionales. Entre sus acciones insurreccionales destacaron el golpe de de Estado del 11 de abril de 2002 y la huelga general con parálisis de la industria petrolera de diciembre de ese año. Triunfante el gobierno de Chávez sobre estas acciones, y relegitimado por su triunfo en el referendo revocatorio de 2004, la estrategia de la PP perdió fuerza entre sectores de la oposición, aunque algunos actores, en particular medios de comunicación, continúen hasta el presente haciendo uso de ella.
Esta segunda etapa de la PP en Venezuela puede caracterizarse como una etapa de lucha hegemónica, definida en términos gramscianos (López Maya, 2005). Con ellos queremos resaltar que la PP conllevó entre 1999 y 2006 un enfrentamiento entre dos proyectos sociopolíticos para Venezuela, dos modelos de futuro para el país, que eran sustentados por fuerzas de peso aparentemente parejas en la sociedad, y que con esta estrategia polarizada buscaban predominar. La lucha quedó resuelta a favor del presidente Chávez, sus fuerzas bolivarianas y el proyecto de la democracia participativa.
Consideramos como una tercera etapa, la que transcurre en el segundo período presidencial de Chávez. En ella la PP continúa, pero ahora menos como una estrategia desarrollada por dos polos poderosos que se confrontan en la sociedad en busca de legitimidad, y más como la estrategia del gobierno de Chávez en prosecución de transformar el proyecto político inicial por otro que ha sido denominado Socialismo del siglo XXI. En esta etapa la PP es instrumento al servicio de la consolidación del liderazgo de Chávez y de sus aliados, y se constituye en una estrategia de Estado y/o gobierno. A diferencia de la etapa anterior, los actores políticos de la polarización son principalmente el Presidente, los funcionarios de su gobierno, su partido el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y los medios de comunicación públicos, que se han incrementado notablemente en estos últimos años y se han transformado en instrumentos no estatales ni públicos, sino del gobierno y del partido de gobierno. En contraste con el pasado, en la oposición son menos los actores apostando al juego polarizador: algunos medios privados de comunicación, algunas organizaciones sociales y los partidos políticos, sobre todo en las coyunturas electorales.
Comentarios finales
La PP prosigue en Venezuela su curso utilizada por el gobierno del presidente Chávez como un instrumento favorable para la imposición a la sociedad del modelo socialista del siglo XXI, así como para la consolidación en el poder de su liderazgo y de su alianza. Hoy por hoy, Estado, gobierno y PSUV exhiben como rasgos definitorios del orden político emergente, su escasa disposición a abrir espacios para el diálogo y el intercambio de ideas, la intolerancia ante quienes disientan de las directrices del primer mandatario y el sectarismo político en general. Las organizaciones sociales impulsadas desde arriba por el Presidente, que en el primer gobierno sirvieron como espacios para la participación y el empoderamiento de las bases populares, son de manera creciente cooptadas y puestas al servicio de esta estrategia polarizadora del oficialismo. Innovaciones participativas como los consejos comunales y las mesas técnicas, constituidas como parte de la democracia participativa, han pasado crecientemente a ser instancias institucionales para la gestión de políticas públicas y para la movilización de las bases chavistas en procesos electorales.
Pese al significativo éxito que la PP parece haber tenido para el chavismo y su proyecto de país, en la actualidad las difíciles condiciones fiscales y económicas de Venezuela desafían su eficacia a futuro. En efecto, existe hoy un escenario donde la PP puede resultar hasta contraproducente. En el marco de una creciente inestabilidad del precio internacional petrolero, con un cuadro a lo interno de crecientes desarreglos económicos y desajustes en todos los órdenes de la acción gubernamental, entre otras razones por la falta de diálogo del gobierno con los diversos sectores productivos y profesionales del país, la PP puede devolverse como un poderoso boomerang que debilite la viabilidad del proyecto gubernamental.
En las elecciones parlamentarias de septiembre de 2010, la eficacia de la PP será de nuevo puesta a prueba como arma estratégica para cohesionar las bases chavistas. Será de nuevo utilizada para convencer a esas bases que el triunfo de toda otra opción política significaría la pérdida de los beneficios de inclusión y justicia social que la figura del presidente Chávez les garantiza. Está por verse si en medio de las condiciones de vida impuestas a las ciudades por once años de enfrentamientos, violencia, abusos verbales y rupturas de la convivencia pacífica, este tipo de discurso sigue surtiendo los efectos deseados por el gobierno.
Para concluir, una reflexión sobre las conexiones entre la PP de Venezuela con los otros países andinos. Si bien estas sociedades comparten una historia común de colonización y han sido siempre influenciados por las relaciones hegemónicas del sistema-mundo capitalista, estos condicionantes han actuado sobre particularidades geográficas e históricas. Esta combinación de condicionantes internos y externos a lo largo de siglos les confiere a las naciones andinas sus rasgos específicos dentro de un tronco común con problemas sociales de desigualdad y exclusiones análogos. En las décadas finales del siglo XX, con las orientaciones filosóficas y económicas del neoliberalismo, estas desigualdades se agudizaron. La PP apareció primeramente en Venezuela como exitosa arma política para enfrentar retrocesos en avances sociales previos y visibilizar injusticias y discriminaciones históricas. Dado su éxito en Venezuela, esta estrategia ha sido apropiada por crecientes actores sociales y políticos a lo largo del continente. La experiencia venezolana contribuye con la propagación de la PP como estrategia de gobiernos que perciben sus bondades para cohesionar a sus bases en un contexto de pobre institucionalización de organizaciones políticas o de claro rechazo a las mismas.
Referencias
Ames, Rolando (2009): “Elementos para precisar la noción de polarización política en los países andinos.” Lima, documento interno del proyecto Polarización Política en el Área Andina.
CNE (2000): tomado de http://www.cne.gov.ve/
Coronil, Fernando y Julie Skurski (1991): “Dismembering and Remembering the Nation: The Semantics of Political Violence in Venezuela”, Comparative Studies in Society and History, Vol 33, N° 2.
López Maya, Margarita (2005): Del Viernes Negro al referendo revocatorio. Caracas, Editorial Alfa.
López Maya, Margarita y Luis E. Lander (2000): “Quince meses de gobierno chavista. ¿Avanza un proyecto popular?”, Cuestiones Políticas, No. 24, pp. 11-36.
Lozada, Mireya (2008): “Nosotros o ellos. Representaciones, polarización y espacio público en Venezuela.” Caracas, Cuadernos del Cendes, N° 69, enero-diciembre.
Lozada, Mireya (2002): “Violencia política y polarización social: desafíos y alternativas”, Conferencia dictada en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg), Caracas, facilitado por su autora.
Sartori, Giovanni (1985): “Pluralismo polarizado en partidos políticos europeos” en J. La Palombara y R. Weiner, Political Parties and Political Development. New Jersey, Princeton University Press.